viernes, 9 de agosto de 2013

Agosto y sombras



A veces el cielo es tan azul, el agua tan transparente que resulta inevitable habitar en la luz. La sombra se deslíe, pierde esa consistencia pastosa que apesara la respiración.
Los habitantes de la oscuridad desaparecen. O quizás no. Es el ojo el que engaña, ve lo que quiere ver.
A veces la vida solo nos muestra un ángulo, el de roce de seda, el íntimo, el que no sabe herir.
Y la piel se confía. Se ofrece con ronroneo felino. Cree que el azul, la transparencia son, no solo están.
¿Cómo aceptar entonces que lo oscuro nunca se va del todo, que la luna permanece en el fulgor del día y que la mano que nos acaricia sabe también torcerle el cuello al cisne de la confianza y desplumar sus sueños?
Es un aplazamiento.
Esta brisa que los mece, alguna vez deshojará los árboles.
Arrastrará los cuerpos de los pájaros.
Y mi dicha con ellos.

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