domingo, 17 de agosto de 2014

Mujeres

Soy las dos Fridas, la del dolor y la de la fuerza.
La  que bombea sangre roja. 
La que vio su sangre precipitarse por las laderas de la terca pirámide del amor.
La vueltabajo en su llaga,
la del secreto a labios. Las dos soy.
Y Emily en su jardín de flores turbias,
clara y lunar, amapola amarga de la transparencia.
Y esa Virginia de los ojos de avellana
y la que arroja el rayo
y la que mueve el agua con su cuerpo dormido.
Esa Ana con la aguja de la nieve sobre el corazón yerto,
Rosalía lloviendo musgo y piedra mientras oye las campanas del ya nunca,
mientras amasa la sombra negra de la nostalgia y todos sus acasos.
Anne embarcada en sus bahías blancas,
y los ojos de Carson
y la sal en los pulmones de Alfonsina.
En mí el cuchillo de la herida de Alejandra,
          la mordedura de cadmio, la pólvora sobre la lengua y su desierto químico.
Y la desolación del abandono,
flor ajada del hombre que pulveriza el pétalo de la pasión de Sylvia.
Soy las dos Fridas. Soy todas las mujeres que lloraron.
Cierro mi pecho donde van sus palabras y se recogen astros como maletas llenas,
como andenes de sueños en una espera inútil. 
Toda la luz aquí, también la luz cobarde.
Toda mi patria aquí, en su recinto líquido.
El cauce de una lágrima que desbordó el poema.
Toda la lluvia soy
agua cautiva.
 
 
 

sábado, 5 de julio de 2014

A veces escribo poemas de amor


TÚ ERES TODOS LOS HOMBRES

 Te mueves. Vas, vienes; respirar agitado.

Ganas de hacer, una vida no basta. Las palabras son electrodos que sacuden de insomnio tus neuronas.

Vienes, vas, de pronto una caricia. Duermo y no duermo. Mis sentidos te acechan desde el no ser.

Te doy  mi paz, toma la languidez de mis músculos. Me relajo tras el abrazo y me adentro en una noche de relojes vencidos.

Vienes, vas, respiras. De tu respiración brota un árbol, sus raíces en tus alveolos; asciende su ramaje hasta rozar el techo.

De las ramas penden los sueños que no dices, que acaso no imaginas.

Solo yo puedo verlos.

En esta noche no hablarán los pájaros. Lejanísimo rumor de coches, ciudad que vibra tan abajo, tan en sí misma en su rueda de historias.

Las sábanas sean nuestra ilusoria alfombra. Volar en ellas al viento de tu respiración, de mi enarbolada duermevela.

Apartando la noche que se ovilla en el vuelo.

sábado, 28 de junio de 2014

Sueño


He venido a morir, es a lo que he venido.

No a contemplar cómo caen las estrellas, espejos triturados de la noche más larga.

No a dejar que los ojos de las gacelas doblen por mí desde su rendición.

No he venido para la mansedumbre ni a recoger las hojas de un otoño anticipado en los gritos, en los estertores ácidos de un día que no dejará historia.

Tampoco yo la dejo en este lienzo de tarde,

tendida con las venas abiertas,

anegando la hierba

seca, el tronco sajado de la encina de infancia que me abraza.

He venido a morir. En el silencio con que muere el insecto pisado por la vida,

con que mueren los árboles en esplendor de incendio.

Con que los días mueren, sangre del horizonte y luego oscuridad.

Grillos en la distancia, anchas ondas de luz desvaneciéndose.

Y luego bienamada oscuridad.
Nada que es ahora todo.
Hundirse en ella.
 

domingo, 23 de marzo de 2014


 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
De cara al mar. Ir siguiendo su huella. Recordar un azul que tantas veces se me va de la mirada. Cuando los grises mandan, cuando los ocres trazan un sendero de escoria, de oruga que nada sabe aún de su destino alado.
Todo lo dice el mar si le pides respuesta.
Traza la primavera su perfil de mimosas en flor, su despertar de sangre. Y esta garra pequeña de pequeño dolor, esta zozobra herida que no sé mitigar se aplaca ahora, como la piel cansada al sumergirse.
Ven, primavera, haz tu milagro en mí. Da verde a esta cal agria, su sueño de cereza a la rama dormida.
Más que Belleza es desgarro que cobra altura. Más que desgarro es agua que devuelve a la tierra su limo de Belleza. Más que agua es vértigo de Belleza; y desgarro y limo y el dolor dibujando esta mañana indescriptible.
Esta amplitud de almendros, este cobertor blanco, este abrirse en espuma al infinito.
Así yo; mi retina cubre de nieve tierna la sombra de otros días.
Mientras escucho a Amancio Prada. Insólita simbiosis de dos mundos en una sola mujer. En este único canto.
 



sábado, 15 de febrero de 2014

Entra hasta el hueso la flecha de febrero,
hiende y afiebra desde el primer minuto;
alza su ala candente,
quiere hacer luz.
Abre la noche en dos: la que lame la herida,
la que la envuelve en sueño.
La que abraza impaciencia; la que bebe cicuta de esperanza.


lunes, 27 de enero de 2014

Ruta de tierra y alas



Hay un camino invisible que atraviesa Alicante, que dibuja una serpiente dormida entre el mar y la cal, sus ocres, sus azules, y finaliza allí, frente a la luz.
Esa luz que despiden, desde la Lonja del Pescado y hasta el 16 de febrero, dos colecciones, dos miradas, el torrente sanguíneo de dos artistas alicantinos que a nadie dejarán indiferente. “Metáforas”, de Esperanza Asensi y “La ciudad utópica”, de Fausto Morillas. Cemento y epidermis en apariencia opuestos, pero que constituyen las dos caras del hombre. El rostro bifronte de la creación.
De un lado el cuerpo. Volcado, exhibido, abierto, exultante de flores y de alas. Pájaros para los pensamientos, mariposas que nimban la emoción. Siempre el vuelo, Pegaso sobre el que alejarse de la insuficiente realidad.
Si la mujer es tierra porque en su vientre germina la vida, Esperanza Asensi es también aire; su mente tolera mal riendas y ligaduras. Y tampoco las pieles –su símbolo- se dejan encerrar en corsés. Las pieles se abren, las pieles recogen, las pieles brindan.
Piel concha, piel pétalo, piel sal, piel luminaria, piel aluvión de arena, trigo, párpado, pluma, sueño, ausencia, dolor. Fantasía sin hilos de cometa a la espalda. Pielmetáfora.
Abrir.

Mientras la mujer se alza, bebedora de soles, del otro lado el hombre encaja piezas y construye el refugio.
Adentro. Con hormigón, adobe o acero de coraza. Geometría, cuadrícula para ordenar el caos, para ponerle puertas al campo de la vulnerabilidad.
Aunque fuera de la ciudad, de su cemento frágil, aún respira la selva.

Cerrar.
Dos búsquedas. Dos rutas: tierra y alas, laberinto y espacio diáfano, mirada de frente y ojos agachadizos. Hurtar. Rendir. Prisión e inmensidad.
La luz amortece. El fuego del sendero invisible se atenúa también.
Si solo hay una ida, son varios los regresos para quienes salen de la Lonja distintos de como entraron.
Cabe acercarse al borde de la espuma para rozar su enero. Para temblar envueltos en un vértigo de mariposas. Para ascender en ellas.
Cabe adentrarse en la ciudad durmiente a escuchar el gemido de engranajes y zócalos, la música callada de las mamposterías, la invitación de la cárcava, la sima que cobijó los miedos y preguntas del hombre primitivo. Del hombre de ayer y siempre, perdido en su orfandad.
Cabe volver a casa.
Con unos ojos nuevos. Con un nuevo lenguaje.

sábado, 25 de enero de 2014


Despertarte en medio de la noche,  enterrada en silencio.
No recordar quién eres. De qué te dueles.
No hay más sentido que el tacto. Tibieza amniótica. Casi no ser.
No hay más idea que este desprendimiento de la vida.
 
Dejar atrás. Flotar sin peso, sin lastres, sin oxígeno.
Paladear la noche más oscura del alma hasta que la conciencia perfora su cartón.
Hasta que el buitre clava en ti su amanecer voraz.
Lo que nos da la vida mata también. Las palabras que sanan inoculan veneno.
 

Y ya eres tú. Y el día es día. Y el dolor permanece.

martes, 14 de enero de 2014

Homenaje a Juan Gelman

       I.  EN EL LAMENTO

 
    Caen los pétalos,
    eternidad de lluvia sobre lluvias de antaño,
    llanto multicolor de rosa
    sencilla, rosamente desmembrada.

    Cae la palabra “mundo” al calcinarse
    y al instante se vuelve
    a erguir
    fundándose, des-
    palabrándose de puro perder peso.

               Volar
               aire
               volaire en golondrina y
               vuelta a caer.

 Y así caemos. De la infancia a la infancia. Terreno desbrozado por el tiempo.
Línea inrecta, insumisa.

De amor a amor caemos. Agua que no es la misma ni saciara
toda la sed de amar,
su devanar serpiente e infinito.
De la muerte al no ser:
ojos que aguardan desde su niebla antigua y niebla nueva
o ni siquiera aguardan
su no ser para no.

 Y desde ese cayendo
pedir la rebeldía, su desorden
que ordena al fin el mundo.

Ser Juan Gelman,
su innumerable quién.

       
          II.   EN EL CANTO

 
Es en el canto
donde la rosa se abre y hágase la rosa
donde el amor se enrama, sigiloso,
pulpa en su flor.
En donde ser por fin, recuperarse
sobre lo devastado,
reser, nacer de nuevo en una piel distinta,
renacer cada noche con la conciencia intacta.
Agua que da su espejo de prodigios.
Amor que alcanza y arde en zarzalumbre.
 
Y la luna no dice. Y la ventana
ciega no dice no.
Amaga y da y no dice.
Siempre lo mismo: un rastro goteante-
goteado, que arrastra inútilmente,
desmesurada
mente su no saber.
Mientras, la Tierra insiste en su latido,
punta de flecha que se ahonda en el canto.



lunes, 13 de enero de 2014

Si acaso el beso


Aquí los labios que besaron mi boca,
que mordieron el hambre de mi boca.
Aquí el abrazo que funde en agua dulce los glaciares,
que desborda de islas, de azules el océano.
Aquí este abismo de perder los contornos,
de hacerse otro,
de pisar aire.
No es un juego. La vida no se escribe en instantes,
se traza en parasiempres.
Y quienes pierden otra oportunidad
arrastrarán las ramas marchitas del pudiera,
las cuencas vaciadas de una luz ya extinguida.
Coge mi mano ahora
que es mano, no garabato de cincelar adioses.
Estréchame antes de que me pierda, arena,
cerco de espuma que la resaca arrastra.
Coge, estrecha mi mano,
entibia el hueso, sigue sus líneas, prende su estrella.


jueves, 2 de enero de 2014

Todos los cuentos


 
El caso es que va uno de Peruggia  a Mondoñedo. Así, como si nada. Y le van saliendo tímidos ferreteros, sucursales de ciudad de provincias, ancianas que nunca dejan de esperar un tren, lolitas y mujeronas, casonas señoriales y dispensarios médicos, monjas, muchas monjas. Y también obispos, militares, guerrilleros, aldeanos recelosos, señoritos de buen beber. Antaños y presentes.  De lo más cercano y noroeste a lo más cosmopolita. Y  un lenguaje que combina ironía, gracejo, lirismo y libertad.
¿De dónde es Antonio Pereira? ¿Qué mundo es el suyo? ¿Admite límites aquello que ha nacido para la universalidad?

Todos los cuentos. No se puede capturar mejor al niño que brujulea aún bajo años y canas que con ese reclamo irrechazable, ese repiqueteo de sherezades y noches de nunca acabar. Todos, incalculables, cuentos de recitar junto a la hoguera, de leer en el sillón de orejas, de compartir en el casino provinciano detenido en el tiempo como un cuadro inglés de caballos y perros, de picotear en el metro, de sobrellevar las penas, de atemperar las alegrías pero, sobre todo ,cuentos de oírle a Antonio, que nunca se me olvide tu voz, Antonio, tu gracia socarrona y ese don de tan pocos para volvernos niños de nuevo, hombres y mujeres de tiempos temerosos, cuando el fuego y la voz se conjuraban para vencer el miedo a la oscuridad.
Sobre las nubes y Rimbaud en los labios, el viajero contempla carreteras y mujeres desnudas emergiendo del mar; se siente vagabundo de un mundo acristalado que permite multiplicar por cien la realidad, exactamente igual que el lector de cuentos. Que el vividor de cuentos que un día es Truman Capote y al otro Borges y por qué no Cela. ¿Y por qué no?

Porque en estos cuentos desfila todo aquel que un día se asomó a su brocal y allí quedó prendido.
No siempre el personaje nació personaje. A veces tuvo que atravesar antes su purgatorio de vida.

Y en esa vida primos y tíos, primas de lunares tentadores y verbo tentador y manos tentadoras. Tentación ancestral para ese narrador testigo que siempre está creciendo, y un poco al margen, y algo lector, y un poco apardalado, y un mucho por hacer.
Todos los cuentos. Leídos con afán en estos días. Leídos con el cariño de quien admiró tanto a su autor, de quien tanto le quiso.

Desgranados como caricia de palabras contra la soledad.
Los monstruos aguardan fuera. Acallan sus rugidos. La noche arde de volcanes y principios del mundo.

Una voz muy antigua calma mi corazón enardecido. Soy una y muchas, el humano de siempre.
Es hora de contar.