domingo, 17 de agosto de 2014

Mujeres

Soy las dos Fridas, la del dolor y la de la fuerza.
La  que bombea sangre roja. 
La que vio su sangre precipitarse por las laderas de la terca pirámide del amor.
La vueltabajo en su llaga,
la del secreto a labios. Las dos soy.
Y Emily en su jardín de flores turbias,
clara y lunar, amapola amarga de la transparencia.
Y esa Virginia de los ojos de avellana
y la que arroja el rayo
y la que mueve el agua con su cuerpo dormido.
Esa Ana con la aguja de la nieve sobre el corazón yerto,
Rosalía lloviendo musgo y piedra mientras oye las campanas del ya nunca,
mientras amasa la sombra negra de la nostalgia y todos sus acasos.
Anne embarcada en sus bahías blancas,
y los ojos de Carson
y la sal en los pulmones de Alfonsina.
En mí el cuchillo de la herida de Alejandra,
          la mordedura de cadmio, la pólvora sobre la lengua y su desierto químico.
Y la desolación del abandono,
flor ajada del hombre que pulveriza el pétalo de la pasión de Sylvia.
Soy las dos Fridas. Soy todas las mujeres que lloraron.
Cierro mi pecho donde van sus palabras y se recogen astros como maletas llenas,
como andenes de sueños en una espera inútil. 
Toda la luz aquí, también la luz cobarde.
Toda mi patria aquí, en su recinto líquido.
El cauce de una lágrima que desbordó el poema.
Toda la lluvia soy
agua cautiva.