viernes, 6 de noviembre de 2015

Meditación sobre lo ya huido



Sin pasos. Con ausencia

 ¿Dónde, pues, el alma? ¿Dónde el grito escanciado
sobre un cristal de brillo quebradizo,
dónde la ofrenda de sangre para lavar la sangre?
Pido el temblor, la respuesta insoslayable
y rocías mis ojos con alud de palabras,
entonas la homilía del nosotros, del todos,
de una lucha
que no implica, que ya no deja heridos,
dolor de carne y hueso en la garganta.
No me vale el mañana, no arrastro hasta el presente lo que antaño fue flor,
lo que creció en los surcos y hoy son muertos de nadie en cunetas de invisibilidad y despedida,
en legajos de nadie,
muertos que no se lloran.

Muerta por lengua ajena, desahuciada de la morada amarga de otro pulso,
dejo aquí el abandono;
recojo aquí los pasos nunca dados, los añicos,
su constancia en la ruina.