viernes, 18 de diciembre de 2015

DESPRENDIMIENTO



DESPRENDIMIENTO, UNA APROXIMACIÓN A LA VOZ DESPOJADA DE MARIANO SÁNCHEZ SOLER.
Mariano Sánchez Soler es autor de amplia trayectoria, templada en todos los fuegos y con un público fiel que le ha seguido a través de libros de investigación  histórica y periodística, relatos, novelas y ensayos, no en balde lleva casi cuarenta años empecinado en desnudar  la realidad con todo tipo de provocaciones, tanto para cantarla como para lamentar sus desconchones o hincarle el estilete de la crítica amarga. Pues nunca la injusticia ha dejado indiferente a un ángel tan fieramente humano, cuyo magro esqueleto ha cargado con armadura y baciyelmo, tizona y fusil ametrallador contra todo lo que ponía en pie de guerra su hambre de pie de paz.
   Con verso y en prosa, a cine o ingenio limpios y también negros, muy negros, ha ido Mariano despachando su obra hasta llegar después de varios años sin afrontar el género, a esta nueva entrega , en este caso poética, en la que se nos invita a recorrer un territorio de desencanto y desolación donde alienta el escalofrío dantesco: abandonad toda esperanza.
  El paso con que el hombre se aventura en este mundo titubea y cae, titubea y se afianza sobre desprendimiento y pérdidas. Así, un hecho físico y meramente circunstancial, un desprendimiento de retina hace ya algunos años, puede terminar siendo metáfora y anticipo del resto de la vida, mera antesala de otros despojamientos.

He señalado en el libro tres de esos posibles desprendimientos, que se corresponden con las tres partes en que el autor divide su poemario: PARA LOS QUE VIVEN, AMOR Y ADVERSIDAD Y QUÉ HACER.
I.- Desprendimiento: “Desinterés y desapego de las cosas materiales.”

Empezar un libro por el desenlace deja poco a la imaginación. Pero del mismo modo que estrenamos la película de la existencia sabiendo sobradamente cómo terminará, aquí se advierte sin dejar resquicios al autoengaño.
El poema “Desenlace”, cuyo pórtico es un verso de Cavafis: “y los persas terminarán pasando”, reconoce lo siguiente:

Y acabarán pasando,
alzaron su mentira
sobre nuestras cabezas
y sembraron el suelo
con alquitrán de sangre
hasta planchar la vida
para dejarla en nada.

 Pero incluso sabiéndolo, ¡qué prueba de inocencia ante una realidad con la máscara bien calada es ese querer salvar el mundo “frente a los malos”!, al parecer una de las misiones con las que el Capitán Sánchez se levanta cada mañana, a veces exultante y otras veces con el látex ajado. Porque a pesar de resistencias saguntinas y bravos mandobles quijotescos, los persas siempre terminan pasando. Los bárbaros, los poderosos, los desalmados. Parafraseando a García Calvo, “los que saben”.
Y es esa firmeza que planta cara al fracaso seguro lo que lo hace aún más humano, desde  la grandeza del perdedor ante la infamia y las traiciones:

Sé que no hay otro modo
de resultar humano,
por eso me detengo:
para ser el que soy
mientras vencen aquellos
que sumergen la vida
en un líquido infame…

  Dice Cioran: “en el transcurso de la vida las decepciones vuelven el mundo transparente, de suerte que “se ve” hasta el fondo aquello que hasta entonces solo habíamos logrado intuir muy vagamente.”
  Llega un momento en que la decepción y el miedo se apoderan del ánimo. La adrenalina combatiente es sustituida por la conciencia del peligro, por la lastimosa confirmación de que no hay remedio y toda huida concluye en la orilla de un mar hermético que frena los adelantes o los anega.
 
  No en vano leemos desde el principio palabras de desaliento –o acaso madurez- como fracaso, rémora,miedo, ilusiones ajadas, maltrechas, malheridas, fango, dolor, mástiles desolados, sudarios marchitos, arriar, arriar… con bien poco margen para el canto, para una celebración solo posible con la vista amputada, con la conciencia adormecida por el loto del conformismo o la renuncia.

  La metáfora de la vida como travesía, una travesía más que mítica que se sustenta en el niño que jugaba a ser héroe y conquistar lejanas tierras para hacerlas cercanas y de todos,  recorre poderosa los poemas de Mariano que ahora, abatido por galernas y naufragios, reconoce en varios de ellos:
      Ya no soy el pirata de la vida optimista / que combatió su miedo.

O: Nosotros, los jóvenes rebeldes
O: seguir en pie,
     combado sobre rocas
     afiladas de angustia
     y de cuchillos;”

 II. Desprendimiento: Largueza, desinterés, generosidad.
  Si la verdadera poesía no es más que, en palabras del  poeta y crítico José Luis Morante, “un acercamiento a la intimidad para poner sobre lo vivido un destello de luz”, aquí tenemos una preciosa muestra de ese destello que intenta disipar las irrefutables sombras de toda existencia. Que es consciente del dolor del mundo y por eso lo embrida mediante la palabra generosa que ofrece en comunión, única épica posible cuando se han perdido las demás batallas. Es, según el propio poeta: “tratar de iluminar la zona de sombra”, objetivo que anima no solo su obra poética sino, desde luego, también la de investigación detrás de la verdad de las mentiras. Aunque eso suponga:

apretar el dolor con los dientes
para desmenuzarlo, para tragar mejor
su arista amarga.

 El único antídoto contra el dolor lo inoculan los labios de quienes nos aman, lo esparcen las manos de quienes sostienen en las suyas la hebra transparente de la dicha. Y también de esa caricia hay mención, hay paisaje compartido con los lectores frente a la urgencia de desafiar el tiempo airado.
  Este es el reino acuático de los amables sedales de tus dedos, /las acuarelas dulces de tu abrazo/ que tanto necesito.

  De los : besos juguetes pasajeros, insaciables e incontables.
  De los labios como barcas a la deriva, de las manos como antorchas que querían quemar el mar…

Versos desbordantes de sensualidad y sales que hablan de quienes han sabido cortar la flor del instante mientras la nave va; de aquellos navegantes curtidos por travesías y cicatrices que, sin embargo, siguen luchando juntos, siempre en AHORA, como se evidencia en Declaración:
Aunque guardas
arrumbadas en un álbum
aquellas fotos
que contienen nuestro amor,
el pasado no existe;
se fue implacable
de nuestros corazones
hace ya mucho tiempo.
Amar es para hoy,
minuto tras minuto,
sin canciones ni adornos,
de ola en ola
cuando llega el naufragio,
y en cada nuevo beso
saber que nos tenemos.

 III. Desprendimiento: separación de lo que estaba unido.   Med. Separación de un órgano o de parte de él del lugar en que estaba.
Esta última parte del poemario vuelve al planteamiento: igual que la retina, cansada de ver tanto, se deslumbra en la no luz, cae del ojo como las hojas caen y con ellas los sueños; igual que se atropellan las imágenes aceleradas de nuestra vida mientras se van apagando, o eso puede llegar a  parecernos, cada uno de nuestros sentidos: voz-melodía-vista-roce-aroma; cada uno de nuestros entusiasmos, igual, decía:

se ha marchado el futuro
sin avisar siquiera.
  Y ya ni la ciudad que acogía y nombraba sigue siendo la misma. Su habitante feliz de antaño se ha convertido en “transeúnte vencido luchando contra el tiempo”, esa lucha perdida de antemano , pues el azul Alicante es, en su presente, más que nunca, Alacant blues.
  Afirmaba Mariano en una entrevista reciente que “escribiría desde el mismísimo infierno”. Pero quizás nunca pensó que ese infierno fuera el que traiciona la memoria y retrata en DESTELLO:

En mi lugar de infancia
que apenas sobrevive
al margen de mi tiempo,
mientras tan solo espera
que las excavadoras
urbanicen el mar.

 Esperanza y jarros gélidos, naufragio y mares desolados que se atraviesan a vela rasgada, y aun así, cuántos intentos por salir a flote, y aun así cuánto sentimiento de derrota, cómo uno es al fin hombre deshabitado de todo lo que fue, en su quimera de eternidad, carne y sangre de afectos, huesos de furia gloriosa y tan brevemente ardidos.
  Y el amor como leño de salvación y franela del consuelo,
  y la partida de lo más amado,
  y la melancolía que se combate a duras penas con un “¡enfréntate a la vida!” que es, a la postre, un ¡enfréntate a la muerte! “mirándola fijamente a los ojos”, como anuncia en TOMBSTONE:

Se me hace tarde ya, debo marcharme,
pero debéis saber
que me enfrenté a la vida
como en un duelo a muerte,
mirándola directamente a los ojos.

 Directamente a los ojos, sí.
Como miran los niños y los valientes.

Pilar Blanco