sábado, 3 de febrero de 2018


 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Ese pino quebrado fue ambición de la luz, fue acaso la luz misma.
Savia y raíces colmaron su estatura que abrigaba los líquenes y detenía el viento
como la cima anciana se rodea de nubes
 
y golpea con su cincel de  lluvia.
Ha caído. Como cae aquí el agua en busca de un abajo;
 
como la hondura asoma su vértigo en las grietas deshondándose.

Ese pino es pasado, su idioma es ya granito,

pero la vida nueva desaloja el cadáver

con prisa, como arrastran las lágrimas toda señal de duelo

y abril germina la ceniza.

Otro árbol diminuto entreabre la garganta sobre la voz ahogada,

improvisa su brote, nada ha oído del miedo de nacer,

de la aventura que amanecer arriesga,

del aviso del fuego.

Todo lo que declina deja el camino hollado para la nueva huella.

Todo lo que ha perdido se construye al instante con la memoria intacta.

Este mismo horizonte de montañas, verdor y nieve antigua,

la caída del agua, ingrávida en su salto,

los matices del cielo, el pacto de los pájaros con la espuma

están desdibujándose para ser trazo nuevo

que abatirá también el hacha de los días,

la que todo derriba aun sin dictar sentencia.

Vida no, vida sí: no es nuevo este combate  irresoluble

entre la muerte y la doncella hermosa, pétalos carmesí sobre el albero.

El que gana, al perderlo, la belleza.

(poema inédito )

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