A veces, de ponerle fin. Soy un caballo herido. Antes la dulce muerte que el roce de la vida.
Otras, de salir huyendo. No amar al enemigo. Darle la espalda.
Pero me quedo quieta. Aprieto más los párpados: no ver es no existir.
No hago bien. Yo sé que no hago bien. Pido explicaciones a un muro de autocompasión.
Irse. Salir corriendo. Salvarse cuanto antes.
Andar sobre las aguas... como Aquel. Sumergirse en ellas (bello negrito), pasar por encima sobre estilizados y brumosos puentes... Siempre el agua y la huída o la ocultación. ¿Signos de este tiempo que vivimos?
ResponderEliminarSigno del tiempo en que vive la autora, con sus aguas y sus escondrijos.
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