jueves, 29 de agosto de 2019






 
 
 
 
 
 
 
 
13 naufràgios (+1). Carlos Ramos. Edições Fantasma 2019.

El nuevo libro de Carlos Ramos, poeta y fotógrafo portugués de Peniche, lleva un nombre nada casual: 13 naufràgios  (+1), pues alude y evoca los días pasados en el consolidado festival Poesía para Náufragos de Cuenca, de la mano de su traductor, el poeta Miguel Ángel Curiel.
Pero, además, entre ese y otros mensajes del naufragio poético asoma un intenso diálogo entre el mar y los ríos que estrechan el corazón de Cuenca. El poeta  es capaz de conjugar ambos lenguajes líquidos, como pueden dos cuerpos acunarse, fundirse, ser agua unísona. Lo salado, lo dulce, lenguas de sabor distinto. Largas lenguas que dan forma al último beso, al “primer gato / que salta sobre los hombros de la / madrugada”  (o primeiro gato que salta sobre os ombros da madrugada).

De esa fusión brota la amistad del mismo modo que brota la poesía. Porque el poema es un lenguaje y muchos, pero es también un cuerpo. Como cuerpo, padece el abandono y la carne desamparada, goza la plenitud del abrazo, es un olvido y un encuentro; como lenguaje, se sabe  y se debe compartir.
El poema es también un naufragio: todo su horizonte es océano, la inabarcable sal.

Y cicatriz de agua. Con él se cierran las desgarraduras  que abre la vida. Las sella y cauteriza con dolor, restaura lo que fuimos, reanima. Anticipa en palabras los recovecos húmedos de donde ha de nacer el nuevo yo.
Y el poema
que es voz en movimiento

bate las rocas como las bate el mar.
Dice Carlos Ramos que “escribir para la oscuridad / es un oficio de luces” (escrever para a escuridão / é um oficio de luzes).
Dice el poeta Carlos Ramos que escribe con una máscara en el rostro, invisible, inaudible

Si así no fuese
todo ardería. (Si assim não fosse/ tudo arderia).

 Pero ¿puede el poeta moldear las cenizas y construir con ellas nuevas noches de lumbre, días de niebla luminosa?
El poeta sabe que su labor es escribir la noche para que arda. Y para ello debe, como la mariposa de Goethe, prenderse fuego, convertirse él mismo en la llama, agua en llamas.

El náufrago fundido con el sol.