martes, 23 de julio de 2013


Solo he visto luciérnagas en Alemania. Un paseo nocturno a las afueras de algún lugar que ya he olvidado me acercó esa fosforescencia verde. Y mi mano fue la pantalla de piel que transportó su llama.
No había ansias en amores inflamando la noche, sino un viaje hacia la desmemoria, como si huir del dolor lo aminorara.
De repente volvió. De esa manera. Un gusano de luz que se vino conmigo como el que me roía el corazón.
Las habrá en otros sitios, no lo dudo. Pero no para mí. Serán las experiencias, los recuerdos de otros. A mí me pertenecen mi paseo, mi noche, mi luciérnaga, mi verdinosa luz. Y las palabras con que logro evocarlos.

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