Estar sentado viendo caer la lluvia. Como hace tantos años, espuma de los años, sugerencia
de lluvias ya perdidas.
Estar sentado
contemplando una vida que fluye detrás de los cristales, que arrastra el
desperdicio de lo nunca cumplido, que bulle en veladuras.
Que es tuya y no lo
es.
Llegas al
espectáculo cuando todo termina.
Te quedas en
el margen. Limitas
con tu
invisibilidad.
Los ojos
advierten, pero nadie domina su oleaje.
¿Quién,
entonces, vigila al que vigila?
¿Quién calibra
el espejo
y encara al
que interroga frente a su propio abismo?
No hay comentarios:
Publicar un comentario