Épica de raíles,
de Verónica Aranda. Premio Internacional Miguel Hernández 2016. Editorial
Devenir
Un cuerpo roza otro cuerpo con los dedos, mide su
espina dorsal, vaguadas, cordilleras. Como un tren. Como un viaje hacia la
irrealidad que fuera dibujando ese mapa interior con trazos de memoria y de paisaje.
De La India a Lisboa, de Lisboa a la Tierra del Fuego o a las islas de lenguaje
contradictorio donde se besa en español.
En vagones del hemisferio Sur
En patios desconchados de La Habana
En mausoleos febriles bajo la canícula
En aldeas fantasma…
En un cuerpo que se multiplica en otro cuerpo para
hacer del viaje su osamenta y su geografía, su cumbre, su valle hondo. Su
destino de piedra acariciada por la lluvia.
Imágenes vibrantes, sensoriales, arrebatadas del
calor de los sentidos, donde la luz se huele, la cúrcuma se pisa, el hielo se
escribe con las manos, glaciar de azules; el té se teje; el desapego tiene
lumbre; el mar se mece sobre un tigre dormido. aleteando en el estanque angosto.
Todo viaje se
inicia y concluye con una despedida, acaso cientos.
Toda piel se
cierra tras haber dejado su mensaje; se niega tras haber confirmado el sentido
concreto de la vida.Todo nombre tiene un último instante en que pronunciarse, en que beberse en la boca del otro.
Y pasa un nuevo tren con rastro de luces cobrizas, de olor a leña, de huertos escondidos y cimientos sonoros.
Sus piedras y sus campos por segar.
Y es así. Abrir unas páginas dispuestos a
dejarnos seducir y transportar. No hace falta equipaje ni las aduanas detendrán
nuestro peregrinar. Solo la palabra de Verónica Aranda es suficiente para
levantarnos. Nos secará la piel. Abrirá en las pupilas pupilas nuevas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario