PARA QUE LA CICATRIZ RESPIRE
Abro mis vértebras para contarme:
no me alcanzan las piedras, los botones de cuarzo reluciente,
no me alcanzan las gotas sobre la herida húmeda.
Podría descolgar mi esqueleto y construir un puente de pudieras,
la arquitectura de una ciudad rendida justo antes del incendio.
No me llegan los cabellos de las mujeres tristes, el ábaco de contar
abandonos, el mismo error repetido hasta el vómito.
Una alfombra
de fango
para ocultar
las huellas.
Pestañas para
que su abanico
disperse las
mañanas en jirones.
Abrir el cuerpo como ventana de un cuarto sin ventanas, mi horizontado
cuerpo contra el vidrio empañado de la infancia.
El dibujo de un niño que se hizo dedo sobre el vaho dormido.
(De libro inédito)
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